Aunque ya he hablado de Roma en la entrada anterior, he decidido dedicarle una propia al Vaticano por ser técnicamente otro país dentro de la ciudad romana. Tiene una extensión de 44 hectáreas y una población de 900 habitantes, por lo que es considerado el país más pequeño del mundo. Además tiene por lengua oficial el latín por ser la máxima institución de la iglesia católica albergando la Santa Sede.
Cuando te dispones a visitar el Vaticano, primero te encuentras con los museos vaticanos, que albergan diferentes edificios de museos temáticos, edificios pontificios, galerías, monumentos y jardines. La Bibioteca Vaticana, incluida en estos museos, es una de las mejores del mundo. Básicamente el inmenso valor artístico del Vaticano lo cualifica como uno de los lugares más ricos del mundo, teniendo en cuenta su tamaño.
A continuación está la Capilla Sixtina. El papa Sixto IV ordenó su restauración entre 1473 y 1481, al cual probablemente debe su nombre. En esta sala se celebran los cónclaves y otras ceremonias oficiales, como los nombramientos papales. Está compuesta por dos importantísimas obras maestras de Miguel Ángel, donde pasó diez años de su vida pintando. Recibió el encargo de Julio II de repintar el techo en 1508, que acabó en 1512. En la bóveda representó personajes y escenas bíblicas como la Creación, Adán y Eva en el Jardín del Edén y el Diluvio Universal y profetas como Jonás y Zacarías. Luego, de 1536 a 1541, pintó El Juicio Final por encargo de Paulo III, en el que representa la segunda venida de Cristo y el Apocalipsis.
Al final de la visita está la basílica de San Pedro. Es una de las cuatro basílicas mayores y una de las iglesias que se deben de visitar en el peregrinaje de las siete iglesias de Roma para alcanzar la indulgencia plenaria en Año Santo. En ella se encuentra la tumba de San Pedro -de ahí su nombre-. Destacaría en su interior el baldaquino de Bernini del siglo XVII -estilo barroco-, forjado en bronce macizo negro y sobredorado tomado de distintos monumentos romanos para su elaboración, y su cúpula, obra de Miguel Ángel Buonarroti desde 1547 hasta 1590 que consta de más de 40 metros de diámetro, considerada así una de las más grandes del mundo.
En definitiva, el Vaticano es, sin duda, una grandiosa obra de arte que merece la pena ser vista y admirada.
A continuación está la Capilla Sixtina. El papa Sixto IV ordenó su restauración entre 1473 y 1481, al cual probablemente debe su nombre. En esta sala se celebran los cónclaves y otras ceremonias oficiales, como los nombramientos papales. Está compuesta por dos importantísimas obras maestras de Miguel Ángel, donde pasó diez años de su vida pintando. Recibió el encargo de Julio II de repintar el techo en 1508, que acabó en 1512. En la bóveda representó personajes y escenas bíblicas como la Creación, Adán y Eva en el Jardín del Edén y el Diluvio Universal y profetas como Jonás y Zacarías. Luego, de 1536 a 1541, pintó El Juicio Final por encargo de Paulo III, en el que representa la segunda venida de Cristo y el Apocalipsis.
Al final de la visita está la basílica de San Pedro. Es una de las cuatro basílicas mayores y una de las iglesias que se deben de visitar en el peregrinaje de las siete iglesias de Roma para alcanzar la indulgencia plenaria en Año Santo. En ella se encuentra la tumba de San Pedro -de ahí su nombre-. Destacaría en su interior el baldaquino de Bernini del siglo XVII -estilo barroco-, forjado en bronce macizo negro y sobredorado tomado de distintos monumentos romanos para su elaboración, y su cúpula, obra de Miguel Ángel Buonarroti desde 1547 hasta 1590 que consta de más de 40 metros de diámetro, considerada así una de las más grandes del mundo.
En definitiva, el Vaticano es, sin duda, una grandiosa obra de arte que merece la pena ser vista y admirada.
El Vaticano |
Museos Vaticanos |
Laocoonte y sus hijos, Museo Pío-Clementino |
Capilla Sixtina |
Interior de la basílica de San Pedro |
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